El equipo arrancó muy bien. Tocó y dominó los primeros 25, aunque sin inquietar al golero contrario. Cuando los vinotinto se animaron a pelear el control de la bol, Argentina se desinfló. No se recuperó nunca.
La falta de acostumbramiento entre figuras desparramadas por toda Europa y Asia, el estrés que complica pesadamente al representativo y la debilidad del técnico signaron la derrota.
Sabella debió recurrir a otra base de estrellas. Las tenía. Había descansados, ansiosos, capaces en el banco.
Los bolivarianos supieron anteponer la entrega, el orden y buenos apetitos. Y un DT con aptitud para estar dirigiendo en Europa, Farías.
Para remate, honremos a Lio. Asumió la capitanía a pesar de la salvaje rechifla de los bravos. Él, superestrella en los más grandes escenarios, habló por el equipo con generosa madurez. Messi es un grande en todo.